P.- ¿Y qué medida cree que debería tomar el Gobierno de forma urgente?
Tienen que liberar más suelo público para hacer más viviendas sociales y esto debería ser una prioridad para cualquier Gobierno.
P.- ¿Y por qué cree que no lo hacen?
Porque supone una gran inversión y no les sale rentable, así que esperan que esta obligación la asuman otros: los propietarios de viviendas, los inversores, las empresas del sector…
P.- ¿Se trata entonces de un asunto ideológico?
No, el sector inmobiliario no puede depender de quién esté en el Gobierno. Pero con la intervención del actual, al final incide directamente en los precios, y por lo general, consigue el efecto contrario al que se deseaba.
El sector inmobiliario tiene sus propias normas, su propia idiosincrasia, y suele moderarse sólo y ahora mismo está sufriendo las consecuencias de un enorme intervencionismo del Estado y eso ya se ha demostrado en otros países que no funciona.
P.- ¿Cuál cree que es la principal barrera u obstáculo de las mujeres en el terreno laboral, en general, y en el sector inmobiliario, en particular?
En general, las cargas familiares y la gran falta de ayudas para hacerles frente.
Yo siempre digo que con los 3.000€ de ayuda que me dieron cuando nacieron mis dos hijos, ya se me habrían muerto de hambre si no hubiera trabajado tanto como he trabajado para sacarles adelante.
Luego, el sector inmobiliario, aunque muchos crean que se puede compatibilizar con otras obligaciones, para que de verdad te vaya bien, te exige muchas horas de dedicación y supone jornadas laborales largas, de nuevo difíciles de compatibilizar con las cargas familiares.
Luego las mujeres tenemos un elevadísimo síndrome del impostor, porque no nos han enseñado a creer en nosotras mismas, por más que hacemos de mujeres orquesta a diario encargándonos de un montón de cosas.
P.- ¿Cómo cree que va a ser este año 2024 en términos inmobiliarios?
Por supuesto mejor que 2023, en gran parte porque se han frenado las subidas del euríbor.
También creemos que la inversión extranjera va a ser enorme, sobre todo por parte de americanos y canadienses, que ven España como una segunda Florida.